Título:
| Cincuenta sombras más oscuras | |
Título original:
| Fifty Shades Darker | |
Serie:
| Cincuenta Sombras (2) | |
Autor/a:
| E. L. James | |
Valoración:
| * * | |
La chica: | Anastasia | |
El chico: | Christian | |
Editorial: | Grijalbo |
Sinopsis
Intimidada por las peculiares prácticas eróticas y los oscuros secretos del atractivo y atormentado empresario Christian Grey, la joven Anastasia Steele decide romper con él y embarcarse en una nueva carrera profesional en una editorial de Seattle.
Pero el deseo por Christian todavía domina cada uno de sus pensamientos y, cuando finalmente él le propone retomar su aventura, Ana no puede resistirse. Al reanudar su tórrida y sensual relación, averiguará aún más del terrible y doloroso pasado del impetuoso y exigente Cincuenta Sombras, como ella le llama. Mientras Christian lucha contra sus propios demonios, Ana debe enfrentarse a la ira y a la envidia de las mujeres que la precedieron y tomar la decisión más importante de su vida.
Pero el deseo por Christian todavía domina cada uno de sus pensamientos y, cuando finalmente él le propone retomar su aventura, Ana no puede resistirse. Al reanudar su tórrida y sensual relación, averiguará aún más del terrible y doloroso pasado del impetuoso y exigente Cincuenta Sombras, como ella le llama. Mientras Christian lucha contra sus propios demonios, Ana debe enfrentarse a la ira y a la envidia de las mujeres que la precedieron y tomar la decisión más importante de su vida.
Opinión
—Lo siento.
De pronto me siento estúpida. Le dejé porque creía que éramos incompatibles, pero ¿me está diciendo que podría haberle parado?
—¿Qué sientes?
—No haber usado la palabra de seguridad.
Él cierra los ojos, parece aliviado.
—Podríamos habernos evitado todo este sufrimiento.
—Parece que tú estás bien.
Más que bien. Pareces tú.
—Las apariencias engañan. Estoy de todo menos bien. Tengo la sensación de que el sol se ha puesto y no ha salido durante cinco días, Ana. Vivo en una noche perpetua. Me quita la respiración oír que lo reconoce. Oh, Dios como yo.
—Me dijiste que nunca te irías, pero en cuanto la cosa se pone dura, coges la puerta y te vas.
Pues sí, eso resume bastante bien lo acontecido entre el final de la primera parte de esta serie y el inicio de la segunda.
Para quienes aún no conozcáis (¿aún queda alguien?) las andanzas del señor Grey y la señorita Steele os diré que la primera novela termina con ella dejándole, abandonándole, huyendo de su lado porque no puede entenderle del todo. No sabe muy bien cuán necesario es para él el estilo de vida que lleva, la manera de entender el sexo, la profunda intensidad de su pasión por los látigos, los azotes, las varas y demás utensilios que se os ocurran.
Según el propio Grey, el no hace el amor. Él folla, y folla duro.
Lo cierto es que en el primer volumen no se notó mucho esto de lo que tanto presumía el señor Grey. Christian decepcionó a unas más y a otras menos si lo que en realidad buscaban eran escenas muy pero que muy subidas de tono. Lo cierto es que la novela de «Cincuenta sombras de Grey» no era para tanto. Las que llevamos leyendo tantos años como yo novela romántica las hemos leído más intensas, más entusiastas y más apasionadas que lo que en realidad muestra la primera entrega. También decir que el primer libro también decepciona en cuanto argumento, da la sensación de que te has quedado a la mitad, no sabes qué piensa Christian Grey en ningún momento, quizás sea porque está escrito en primera persona aunque creo que no es excusa pues hay otras autoras o autores que recurren a la primera persona para relatarnos una novela y esta no carece del conocimiento que van dejando entrever del resto de los personajes.
En mi crítica de la primera novela dije que ésta me había gustado porque me había enganchado de tal manera que me leí la novela en dos tardes, que no podía dejar de leerla y que me había olvidado de la hora que era (pese a que el estómago me rugía de hambre o a que un poco más y no llego al baño para razones obvias). En esta segunda entrega ocurre exactamente lo mismo pero además en ésta la autora sí que va dejando vislumbres de la personalidad de Grey y del porqué de su forma de ser, de su comportamiento, de su manera de tratar a Anastasia. Debido a ello hubo momentos en los que el corazón se me encogía dentro del pecho y no voy a negar que también terminé derramando alguna que otra lágrima (cosa que tampoco es tan difícil de creer pues soy una llorona de corazón blando).
Si tuviese que destacar alguna escena de esta novela sería ésa en la que tras un encuentro entre Christian y una anterior sumisa suya Anastasia saca conclusiones equivocadas. El momento posterior a ese encuentro del que es testigo directo Ana es sobrecogedor. En ese instantes entiendes muchas cosas, en ese instante comprendes muchas de las actitudes de Christian, en ese momento te das cuenta que él guarda mucho más en su interior de lo que jamás pudieras llegar a imaginar.
—Yo no soy buena para ti.
—¿Qué? ¿Por qué piensas eso? ¿Cómo puedes pensar eso?
—Yo no puedo ser lo que tú necesitas.
—Tú eres todo lo que necesito.
—Solo verte con ella…
—¿Por qué me haces esto? Esto no tiene que ver contigo, Ana. Sino con ella. Ahora mismo es una chica muy enferma.
—Pero yo lo sentí… lo que teníais juntos.
[…]
—No puedes irte, Ana. ¡Yo te quiero!
—Yo también te quiero. Es solo que…
—¡No, no! —dice desesperado, y se lleva las manos a la cabeza.
—Christian…
—No —susurra, y en sus ojos muy abiertos brilla el pánico.
De repente cae de rodillas ante mí, con la cabeza gancha, y las manos extendidas sobre los muslos. Inspira profundamente y se queda muy quieto.
¿Qué?
—Christian, ¿qué estás haciendo?
Él sigue mirando al suelo, no a mí.
—¡Christian! ¿Qué estás haciendo? —repito con voz estridente. Él no se mueve—. ¡Christian, mírame! —ordeno aterrada.
Él levanta la cabeza sin dudarlo, y me mira pasivamente con sus fríos ojos grises: parece casi sereno… expectante.
Y ahí lo tenemos…
Dios Santo… Christian. El sumiso.
El tipo de hombre que fue una vez. El tipo de joven adolescente al que una mujer mucho mayor que él que podría ser su madre «instruyó» para ser su amante. Y que le ofreció (quizás sí o quizás no) una manera de expiar su conciencia y canalizar lo que guardaba en su interior.
Decir que esa escena me puso los pelos de punta es decir poco. Me quedé sobrecogida. ¿De verdad puede un hombre (o mujer) llegar a ese extremo por conservar un retazo de amor? Está claro que Ana se ha convertido para Grey en algo más que en una simple amante, Ana le proporciona la paz que tanto necesita su espíritu. Y, dejadme que aquí haga un inciso: solo esperaba que en cualquier momento hiciera referencia a que Ana era para él su marca de heroína. (Yuliss, discúlpame que haga referencia a esta reflexión pero tú tienes gran parte de la culpa que empezase a ver esta novela como el fic de Crepúsculo que tanto me dices que es).
Pero continuemos con «Cincuenta sombras más oscuras».
Retomaré aquí nuevamente otra de las escenas que más me han gustado de la novela. Si la anterior ya habéis visto que me puso los pelos de punta y que me sobrecogió la forma en la que se humilla Grey… Otra por la que me mereció grandemente leer la segunda entrega fue la conversación que mantiene Anastasia con Flynn, el psiquiatra al que visita Grey cada dos por tres.
Me ha gustado mucho el personaje de Flynn. Es como la conciencia de Grey. El amigo que pone las cosas en su sitio en la desordenada mente de Christian. La piedra angular de todos y cada uno de los enredos que mantiene Grey en su cabeza, el que pone orden en esa maraña de lana que son sus sentimientos. Si leéis esta segunda parte de «Cincuenta Sombras» estad atentos a todas y cada una de las palabras que se intercambian Ana y él en su consulta. Además el análisis de la situación va más allá para Flynn cuando se da cuenta que Anastasia también tiene un gran problema de autoestima. ¿Veremos cómo se soluciona todo en la última entrega? Espero que sí. Porque si de Grey aún queda mucho por descubrirse, también queda mucho por hacerlo de Ana y solo espero que su autora se explaye bastante en esta cuestión y no tanto en el tema de los gustos sexuales de ambos. (Y aunque me ha dicho una persona que ya se ha leído el tercero que siga esperando sentada porque de pie me puedo cansar… el caso es que estoy deseando descubrir por mí misma si es así o está equivocada).
Os hablaré ahora de otros secundarios de esta serie. Me gusta mucho la pareja formada por la amiga de Ana y el hermano de Christian pese a que en esta novela aparecen bien poco y también me ha hecho gracia que empareje a Mia con Ethan, hermanos de los dos anteriores.
Esta novela ha dado para mucho, para penas y alegrías. Para encuentros y desencuentros. Para risas y lágrimas. Y para que también haga una reflexión: el mundo de los millonarios es muy pero que muy distinto al mío. ¡Pagar cien mil dólares por un baile! Por mucho que sea para una causa benéfica lo veo desproporcionado. Eso debe ser filantropía y el resto tontería (anda, mirad, ¡me ha salido un pareado!)
De todos modos y pese a que es una serie que tiene el «don» de tener seguidores enamorados hasta las trancas de su historia y detractores he de deciros que si en el primer libro alababa la labor de traducción que hizo su responsable en esta segunda entrega no puedo sino darle un pescozón la responsable de la misma. A ver si no estáis de acuerdo conmigo en lo que voy a comentar.
Hay dos escenas en la novela. Dos escenas (¡que yo recuerde!) en las que se confunden las bragas con las medias. Os cuento…
1.- ¿Cómo es posible que al quitarse unas medias una mujer mantenga los zapatos puestos?
Yo protesto, pero vuelvo a sentarme en la cama, recojo las medias del suelo y me las pongo. Me acerco doliente a la silla para recuperar mi vestido. Caigo en la cuenta distraídamente de que no me he quitado los zapatos durante nuestro ilícito encuentro. (página 172)
2.- Si lo que lleva puesto son medias y no pantis…
—Santo Dios, llevas medias —masculla con asombro reverente, mientras el pulgar me acaricia la piel por encima de la línea de la media—. Quiero ver esto —suspira, y me levanta completamente la falda, descubriendo la parte superior de mis muslos.
[…]
—Espero que no les tengas demasiado cariño a estas medias.
Las rasga con dedos expertos y se desintegran entre sus manos.
De todas maneras y como ya he dicho miles de veces a quienes han tenido a bien «escucharme»… ¡Esta serie se está convirtiendo casi en lectura obligada para todas las que amamos este género! Y frases como «poner los ojos en blanco» o «se mordió el labio» cambian o adquieren un nuevo significado cuando te topas con ella en otros libros. Pasa con esta serie como pasó hace unos años con «El código Da Vinci» ¿Aún no la has leído? ¿En serio? ¡Pues eso es un delito! (aquí iría un emoticono de esos que se revuelcan por el suelo) Señoras, señoritas… ¡Os dejo una frase que resume todo el libro!
—Vaya, señorita Steele, me parece que se me está calentando la mano.
—Ah, señor Grey, usted siempre tiene la mano caliente. ¿Qué vamos a hacer con eso?
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